Travel broadens your mind.
La experiencia y
los conocimientos de una persona se forman a través de los pequeños y grandes
acontecimientos que han formado su vida. Una vida rica en vivencias dota a la
persona de aprendizajes y recursos para afrontar las situaciones cotidianas con
mayor capacidad de respuesta y resolución. En este proceso influye, por
supuesto, la capacidad de aprendizaje de cada uno, pero si consideramos un
nivel común en esta capacidad de aprendizaje, la gran diferencia entre unas
personas y otras, está determinada por las experiencias.
Una de las experiencias más
enriquecedoras, sin duda, es viajar. Cuando no se ha
viajado, nuestro mundo es el entorno inmediato, lo demás..., se supone. Dependiendo
del interés propio y de las características personales, seremos capaces de
saber mucha o poca geografía, de
respetar, o no, las diferencias, de entender mejor o peor la política o de valorar los acontecimientos lejanos
con mayor o menor indiferencia.
Todo esto cambia cuando conocemos otra
región, otro país, otro continente. En cada viaje, el mundo
personal se amplia, se agranda y se hace más rico.
No hay mejor forma de aprender geografía que viajando, el terreno que pisas lo sitúas en el
mapa con precisión. Las horas de traslado por carretera, de navegación o de
vuelo te hacen percibir la dimensión de las distancias, la lejanía, lo grande
que es el mundo. Se ven otros paisajes, con montañas más altas o más lejanas
que las nuestras, llanuras, playas, desiertos, selvas... mares que se están
secando, la formación de nuevo suelo, islas que se hunden. Todo lo que
estudiamos en los libros se convierte en real y tiene vida cuando lo visitamos.
En otros lugares escuchamos distintos sonidos y sentimos otras temperaturas. El intenso
sonido de unas cataratas o el silencio de una nevada, son inolvidables.
Emocionante es también ver animales diferentes a los de nuestro entorno
habitual. Un tucán en la selva, un albatros o un cóndor en el cielo, una
tortuga poniendo sus huevos en una playa, un cocodrilo en un río nadando con
sigilo, focas o leones marinos tumbados al sol en unas rocas... Cuando ves la
fragilidad de la naturaleza, te preocupa enormemente el deterioro del medio
ambiente. A partir de ahí, el comportamiento ecológico es un hábito asumido, se
hace por respeto y por cariño al planeta. Los que no cumplen estas normas no
tienen derecho a estropear lo que es y será de todos.
De todo se aprende cuando viajamos, pero
la experiencia más importante es quizás el contacto con personas que pertenecen
a una cultura distinta a la nuestra. Cuando alguien que no te conoce, que te ve diferente
en los rasgos físicos, en la forma de vestir y
actuar, te ofrece una sonrisa, un gesto agradable y toda su hospitalidad, es la
mejor lección de tolerancia que
se puede recibir. Cuando se visita un país y sus gentes te hacen sentir bien,
quedará para siempre el sentimiento de agradecimiento. Si te encuentras con un
inmigrante de ese país en tu entorno, lo miras con ojos comprensivos e intentas
ayudarlo o devolverle el buen trato que recibiste en su lugar de origen.
Algo muy importante es también contemplar
las diferencias sociales. Hay países
ricos, países pobres, y países muy pobres. Si conoces un país y estudias su
historia, quedan claras las razones de su situación política y social.
Normalmente los países ricos han sido colonizadores y los países pobres han
sido colonizados. De una forma, o de otra, esta es la regla general que rige el
mundo, la ley del más fuerte. Si se entiende esto, se elimina la injusta idea
de que los pobres son pobres porque no se merecen otra cosa y que los ricos
viven bien porque han sabido hacérselo. Es cuestión de desigualdades, de
oportunidades, de situaciones favorables o desfavorables, no de méritos.
Una vez que se conoce un país, ya no se
es indiferente a lo que le suceda. Un incendio, un terremoto, un tsunami, una
catástrofe de cualquier tipo, afecta de manera diferente si sucede en un país
que conoces. Recuerdas a las personas que allí conociste, recuerdas el paisaje
y sabes cómo es el lugar que ahora sufre. Participas de ese sufrimiento porque
lo conoces. No nos importa, o nos importa mucho menos lo desconocido.
Cada país te da algo diferente, unos te
sorprenden con su naturaleza o con la cultura de su pueblo, otros te permiten
aprender con el arte, la historia, las ruinas... muchos países lo reúnen todo,
o son especialmente vitales y aprendes en ellos la sencillez de la alegría,
a valorar la música, el baile, el disfrute de vivir... Todo lo que “traes” de un viaje,
todo lo vivido cuenta como parte de tu existencia.
El buen viajero, el que viaja para
conocer y aprender, disfruta de todo lo que visita. No importa si es bonito o
feo, pobre o rico, porque lo que cuenta es saber cómo es. Cada viaje amplía el bagaje personal, el mundo propio se hace más
grande, las experiencias bonitas te acompañarán para siempre y todo eso ayuda a
ser más feliz. Son muy importantes los motivos que nos mueven para realizar un
viaje a los que disfrutamos tanto conociendo el mundo.
Por Marisol Morales
- http://www.tangentes.es
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